Por: Magda Sepúlveda
Intenté, en este libro, escribir sobre ciudad, política y poesía bajo el entendido que cada modo de gobernar crea sus hitos urbanos. El imperio español creó la Plaza de Armas; la dictadura, los Paseos Peatonales; la Transición demolió y demolió,y dio paso a las autopistas urbanas y el 2000 generó los subsidios de renovación urbanapara los barrios históricos.
Inicio mi recorrido en la Plaza de Armas.
Plaza de Armas (p.239)
Las tres agencias del Imperio se encuentran en la Plaza de Armas. El correo, que permitía la comunicación con el centro del poder; la catedral, que proveía un nuevo orden simbólico y la alcaldía que regentaba sobre el territorio local. Se llama Plaza de Armas porque allí se guardaban las armas en la época de la Conquista. La representación actual de ese Imperio español esla estatua ecuestre de Pedro de Valdivia. En la otra esquina de la plaza, usted encontrará una “cosa rara” que poca gente sabe qué es. Pues bien, es la representación de un rostro mapuche sin nombre. El monumento al español se nos oferta como la representación de un personaje histórico reconocible. Mientras la escultura al indígena se nos ofrece como una estructura de gran cabeza, aspirante a moai posmoderno, pero cuyo cuerpo no forma parte de la obra. Tanto en la ausencia de nombre como de cuerpo veo un hecho simbólico: el lugar del indígena en la Plaza de Armas es similar al que ocupa en el discurso de la historia oficial.
La ausencia de ese cuerpo mapuche contradice los datos, según los cuales la mayor cantidad de mapuches habita en Santiago. En ese sentido, varios poetas de origen mapuchese proponen recuperar la metrópoli. Voy a leer un poema de Pulquillanca para que interpretemos cómo se re-apropia de Santiago:
“Aquí en medio de los fierros
crece la totora.
Crece, se empina
cual águila buscando su carne
en este bosque de polvo
sin miedo y con epew en los labios.
Aquí el círculo azul guarda sus espíritus
y se aprecia la planicie gris de la ciudad.
Los choique vuelven a nidar
el pangue a su manada.
nacen nuestros hijos.
Santiago de Chile
habitado por mapuche desde siempre.
Antiguamente el Mapocho sonreía
y la ruka descansaba en sus orillas” (Pulquillanaca Kümedungun:428)
El lugar “aquí”, que resulta ser Santiago, es enunciado desde los barrios populares, donde, en los patios, se almacena el fierro que se va a vender por kilos. A pesar de la acumulación de desechos y de la pobreza, los elementos del hábitat mapuche crecen igual, como la totora, el pangue o la nalca y así llegan las aves, como el choique, paravolver mapuche ese espacio metropolitano. La reterritorialización empieza en las poblaciones, que si bien son un espacio despreciado por la clase media y por los sectores acomodados, en la poesía son descritos como lugares de identidad con pasado, donde es posible ser de “marca no registrada”como diría el poeta Aniñir.
Paseos peatonales (p.51, 53, 54, 55, 56, 58)
La ciudad tras el Golpe cambiaba. Era común que muertos aparecerían en el río o en los bordes de los caminos intercomunales. Pero al lado del horror convivía la fantasía. El alcalde de Santiago, Patricio Mekis, dio vida, en 1977, al Paseo Ahumada. La calle ya no admitió autos, sino solo peatones consumidores, que se comportaban como mirones de vitrinas. El paseo comenzaba con un juego de aguas que emergían del suelo en la intersección de Alameda con Ahumada y terminaba de la misma forma en la Plaza de Armas. Enrique Lihn repara en la aparición de vendedores cuneteros, cantantes y mendigos del Paseo:
Chorros de agua como setos de álamos intermitentes
bloquean […]: El Paseo
Así se pasta en los campos chilenos entre uno y otro cerco de álamos
festinándose el agua que falta en las poblaciones
dilapidada agresivamente en el Paseo de los Chorros
¿No es, para los atareados mendigos del paseo algo que sea p’al aseo
aunque mental
el futuro baño de ducha que alcanzará para todos
a cada uno de acuerdo con sus suciedades? (Lihn 20)
Los chorros de agua fueron un monumento a una política económica donde el despilfarro de unos coincidía con la pobreza de otros. El agua era también metáfora del aseo de los “sucios”, “los perros”, “los que traían el cáncer marxista”, como eran llamados todos los opositores. En el tópico del aseo, Lihn recupera a la neovanguardia en su polémica con el discurso de “higeinizar” el país. Lihn también usa el gesto de Zurita al emplear el significante de “campos” deslizado, vale decir como campos de concentración y usar “llanos” para connotar el descampado y la desolación que ha impuesto el régimen de Pinochet. El nuevo campo de concentración, con sus duchas de limpieza, era el Paseo Peatonal.
Autopistas urbanas (p.121)
En 1999, a diez años de iniciada la Transición, el gobierno de Eduardo Frei realizó el primer llamado para concesionar autopistas a privados. Se creaban así las autopistas urbanas protegidas del exterior por vallas que desintegraron el territorio popular y privilegiaron el valor del tiempo de quienes se tenían que desplazar entre La dehesa y el aeropuerto. El 2003, la Concertación insistía en su proyecto renovador del transporte en Santiago, ahora mediante una idea llamada Transantiago. Ese deseo de parecer modernos, mediante la velocidad,nos hizo inventar la palabra “enchular” y “chanta”, es decir se aggiorna algo para que parezca moderno, mientras los ruidos de las latas van develando el truco como en una comedia de engaños.
El arte muestra el contraste entre el polvo de las poblaciones y la modernidad de las carreteras, como esos personajes de la película Caluga o menta que ponen, en el peladero poblacional, sillas de playa. En ese contexto, Elvira Hernández recrea la tensión:
los chiquillos juegan a la pelota
apatotados refriegan el maicillo / […]
[corren ] en el sentido contrario al de los autos
que lentamente toman la rotonda
patean [do] basuras-piedras/ […]
escupen [iendo el] al alto cielo (Hernández 21).
La vida de esos niños corre en sentido contrario a la modernidad de la autopista. La segregación de la urbe de la Transición alcanza un punto culminante en Carmen Berenguer para quien esta ciudad:
tiene rejas nuevas, tiene seguridad nueva,
tiene miedo nuevo, tiene comida nueva,
tiene hambre nueva (Berenguer19)
La capital chilena se torna una ciudadela medieval, se cierra, construye murallas y autopistas , al modo de un foso antiguo. Los de adentro gozan de los beneficios mientras los de afuera luchan por atrapar un sueldo mínimo. La construcción metafórica de la ciudadela dialoga sobre cómo se reparten las ganancias del país.
José Ángel Cuevas opta por darle voz a esos pobladores, unos quiltros que están rabiosos y que han aprendido que la ley de la sociedad de la Transición es delinquir:
Ey / ya no vengan
acá / a este campamento / esta mugre
nos pusimos malos /
no vengan acá / está lleno de ladrones
no vengan / les puede pasar algo /
no vengan (Cuevas, Poesía 44)
Los nuevos pobladores de Cuevas han levantado la amenaza y la fuerza delictiva como patrón de dignidad. Esa violencia los saca de su condición de vencidos y los deja a la par de los vencedores. Pero ellos no tienen ya ninguna identificación con la patria como en el metarrelato hilvanado por Víctor Jara. Por el contrario, una parte de ellos prefiere convertirse en flaite, denominación que se dio en la Transición a los jóvenes que robaban y que exhibían los logros de sus botines llevando cadenas de oro y ropa de marca, pero hablando en un español iletrado e informal.
Desde ese orgullo de ser “choro” habla la voz del libro Criminal de Jaime Pinos. En el poema “Recuerdos de infancia”, el criminal hace una biografía atendiendo cronológicamente a las exclusiones sociales que ha sufrido. La primera situación de marginación, para él, es haber nacido en una población:
“La Población
La miseria del gueto
cemento, piedras, eriazo.
pero sobre todo el hambre, esa mordida.
Siempre en el cuerpo,
como una herida que primero escuece
y luego se abre
hasta sangrar
todos los días” (Pinos 36)
En Pinos, la población se hace equivalente al eriazo, en tanto es el basural humano, allí se manda a vivir a la mano de obra barata y sin calificación, es decir a los que la sociedad ha considerado prescindibles. Recuerdo que Bolaño, en 2666, habla de “basural Chile”, atendiendo a que todo Chile está en esta condición de ser una ruina, un desecho, un país de escombros.
La ruina es el gran tópico de la Transición: la ruina de los pobladores cada vez más segregados y coaptados y el destrozo de la memoria. Los 90 son los años de la amnesia, quizás por ello la poesía de los que empiezan a publicar en esa fecha reconstruyen el mundo de los trabajadores como si fuera un sueño. Muchas veces incluso las voces corresponden a los muertos lanzados al mar. Como es el caso de Verónica Jiménez. O de Solidaridad con un mundo poblacional imaginado, como en Javier Bello:
“Yo estoy con los pobladores del entresueño,
[Yo] estoy con la verdad de los muertos
si la loza de todos los patios se rompe
y los peones del asesinato se esconden tras los
armarios del cementerio.
Yo estoy con la verdad de los muertos, de pie en la
cabeza de los vivos” (Bello: 2002 162)
Barrios históricos(p.239)
El año 2004 se dio curso al Subsidio de rehabilitación patrimonial por medio del cual se apoya a “familias chilenas que deseen vivir en barrios consolidados y con historia” (patrimonio urbano.cl). El dinero permitía comprar inmuebles que habían sido rehabilitados del estado de ruina en que se encontraban. Toda la primera década del siglo XXI fue eso, un intento sin éxito de habitar la historia.
Los poetas de la Novísima, que comenzaron a escribir durante esa primera década, muestran predilección por los lugares de escombros, como el teatro Carrera en Diego Ramírez, Gran Avenida en Gladys González o Lota en Héctor Hernández. O El paseo de las esculturas de La serena de una poeta que en mucho temas es matria de la novísima, Malú Urriola. Los de la novísima exploran la discoteca como un lugar de encuentro. Pablo Paredes figura el encuentro de dos cuerpos sometidos a biopolíticas distintas, la del descendiente de mapuche y la de la chica blanca de intercambio, o la del estudiante de clase media con la chica poblacional:
“Me gustaba que se llamase Yasna, me gustan los nombres que avisan la pobreza, esos nombres como Jhonatan y Jenifer, esos nombres que dicen cuidado con el perro quiltro, que marcan terreno, que avisan la selva. La Clase Media hace chiste con esos nombres, les parecen ridículos y graciosos sobre todo cuando son deformaciones anglo que se mezclan con un pobre Pérez o un pobre Carrasco, se ríen y en la noche se van a la fiesta kitsch de la Blondie. Se llamaba Yasna y la amé tanto. Lo que representa Deivid para la clase media, es lo mismo que representa Soto para la clase alta. Se llamaba Yasna Rivas y la amé tanto” (Paredes 13).
En la discoteca, todos los cambios de identidad son posibles. Como dice la voz creada por Héctor Hernández:
“Me llamo María Paulina Rubio
no Luis Antonio Vázquez Vázquez
Nací en el cielo de Tenochtitlán
no en una población pérdida de Lota” (Hérnandez 61)
Estos poetas del 2000 hicieron ver la crisis de la cultura blanca y heterosexual que proponía el Chile oficial. Y evidenciaron ese Chile donde la renovación urbana no llegó o arribó con la instalación de call centers como en Lota. Ni el teatro Carrera, ni Lota, ni Gran Avenida viven de su pasado histórico. Ellos no están en la zona de recuperación.
Quiltra(p.13-14)
Me gusta la palabra “quiltra” porque no tiene traducción fuera de Chile, entonces nos obliga a pensar en nuestras particularidades. “Quiltro,-a: (De origen mapuche). m y f. Perro que no es de raza” , “perro pequeño, bullicioso i de mala raza”. “Hombre bullicioso, molesto” , “mujer pizpireta” “Individuo despreciable, de ninguna importancia” Así con el título de Ciudad quiltra, quise apuntar a todas las subjetividades “bulliciosas”, que no tienen dueño y que hablan en la poesía chilena.