Fotografías

Cuentos de Tokyo (Tokyo monogatari)

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Director
Yasujiro Ozu
Año/ País
1953/Japón
Guión
Yasujiro Ozu y Kogo Noda
Fotografía
Yuuharu Atsuta
Duración
136 minutos.

Luego de las bombas atómicas, Japón tuvo que reiniciarse, llegando a ser hoy una de las ciudades símbolo de modernidad y tecnología. Yasujiro Ozu, director japonés que no terminó el colegio, pero que sin embargo quedo fascinado con el mundo del cine, crea en 1953, en plena postguerra, un film que, según expertos, es fiel muestra de su obra total y a la vez un trozo que la completa y enriquece: Cuentos de Tokyo.

Ozu, a diferencia de Kurosawa, es un cine plenamente oriental, omitiendo y quebrando reglas del cine occidental, pero a la vez toca temas universales, pues las historias se mueven dentro de las relaciones humanas, de dramas ineludibles dentro de las culturas civilizadas. Ozu ubica la cámara a 1 metro del suelo, referenciando a un espectador sentado, rompe los ejes sin perder el sentido del espacio, casi no hay movimientos de cámara, no existen momentos de tensión que agilicen la narración.

La historia trata de una pareja de ancianos que viven con una de sus hijas lejos de la ciudad de Tokyo, es ahí donde habitan tres de sus hijos además de su nuera que ha quedado viuda debido a la guerra. Deciden entonces viajar a verlos, pues casi no conocen a sus nietos. Pero al llegar se transforman en un estorbo, pues sus hijos no tienen tiempo para atenderlos; luego de pasar poco tiempo en un balneario lleno de jóvenes optan por retornar a su pueblo donde la anciana enferma gravemente. Sus hijos viajan entonces para acompañar a su madre en sus últimos días.

Así de simple es la trama, pero la forma pausada y reflexiva de exponerla logra una congoja interna, pues es imposible evitar pensar en la historia propia, sea cual sea. La modernidad va separando a las generaciones y si lo extrapolamos a nuestros tiempos, esto se hace evidente, el tiempo, las comunicaciones, la globalización parecieran coexistir de manera distinta para abuelos, padres e hijos. La película ni siquiera apunta a una crítica, eso es lo que pasa y Ozu lo muestra, así es la vida y punto. El único travelling que ocurre es una preciosa escena de gran ternura y respeto, pues muestra lentamente a los ancianos sentados en el pasto, haciendo tiempo, mientras llega su hijo del trabajo. Me cuesta no recordar fiestas familiares donde algún anciano es depositado en una silla durante toda la reunión, rodeado de nietos, comida, a veces regalos, pero sin nadie con quien coversar, pues los temas son otros, los recuerdos son otros, los tiempos son otros. Ese alejamiento generacional que nos expone Ozu tal vez nunca podrá eliminarse, pero buscar esas pequeñas intersecciones de encuentro real pueden ayudar a disminuir la soledad, los jóvenes podemos hallar una terreno donde comenzar su futuro y los viejos recordarán el vigor que les permitió avanzar, a pesar de que para ellos todo sigue igual.