Niños del cielo (Bachea-ye aseman) Irán, 1997
Dirección y guión: Majid Majidi
Fotografía: Parviz malekzade
Música: Keivan Jahanshahi
Actores que en realidad no son actores: Mohammad Amir Naji, Amir Farrokh Hashemian, Bahare Seddiqi, Nafise Jafar-Mohammadi, Fereshte Saraband
Salí esa vez del cine con una sonrisa redentora. Año 2001.
Era miércoles y para Todo Espectador, así que estaba lleno de gente; harto cabro chico y señoras de picnic con bebidas y huevos duros. Y aunque en general me molesta la bulla en las salas, esa vez fue distinto, porque aprecié una comunión increíble, aunque escandalosa, de la película con el público.
Salgo del ya mítico Normandie y avanzo hacia el Paseo Bulnes sin poder ocultar la sonrisa. Es primera vez que veo una película iraní y pienso en las exigencias gubernamentales en Irán para realizar una película, como la prohibición de escenas violentas o subiditas de tono, o como la de entregar alguna enseñanza positiva; por eso tal vez estas imágenes se transforman en una entretenida moraleja audiovisual de una fábula interpretada por niños. Me quedo parado largo rato en la esquina mientras el semáforo cambia de color un par de veces. Veo a ese sujeto verde luminoso que parpadea caminando en cada semáforo y pienso que podría aparecer corriendo en las avenidas ya que son más anchas y nadie alcanza a cruzar. Recuerdo al niñito iraní y pienso en la sencillez y efectividad del filme, la sinceridad en el arte resulta esencial para lograr una comunicación y en este caso hablamos de una comunicación humana, universal y por sobretodo bella.
Camino por Bulnes y dan ganas de sentarse, veo entonces que muchos compañeros de sala tomaron la misma decisión, excepto los niños que corren persiguiendo a las palomas y juegan alrededor de las piletas. Me pongo a rescribir mentalmente la trama y mi admiración crece hacia ese tal Majid Majidi (que supongo es como Fernando Fernández acá en Chile): dos hermanos de condición muy humilde asisten al colegio, el mayor va en la mañana y su hermana menor en la tarde, el niño pierde los zapatos de colegio de su hermana y para que los padres no los castiguen, él se va todos los días corriendo para la casa para prestarle sus zapatos; Un día aparece en la escuela un llamado para participar en una carrera de atletismo donde el segundo lugar obtiene un par de zapatos, el niño como ya estaba hecho un atleta de tanto correr, clasifica para participar, y es entonces en la carrera cuando la gente en el cine se puso a gritar porque todos queríamos que el niño fuera segundo, entonces cuando pasaba al primer o tercer lugar el público se paraba para alegar.
Me paro y camino hacia Alameda a tomar la micro y observo a un niño que se mete dentro de una pileta. Me detengo en el paradero y noto que aún llevo la media sonrisa en la cara, me miro los zapatos y los encuentro más útiles que nunca, al rato llega una de las señoras picnic retando al niño que se metió en la pileta y que va dejando tras de sí un caminito de agua. Tomo la micro y pienso en todo el amor que puede guardar un niño, en todos los pobres que puede guardar el mundo, en toda la algarabía que puede guardar una sala oscura y en todo el tiempo que permanecerá el recuerdo de esta sonrisa dibujada con el talento oriental de Majidi.
Por: Don Butaca Martínez
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