POR: Antonia García Castro
Alguna vez habrá que decir que hasta la estupidez debe tener un límite. Y que llegados a la edad adulta no es posible que a algunos les paguen por hacer cualquier cosa. Habiendo tantos temas urgentes, cruciales, temas de vida y muerte en nuestro país como puede ser la cuestión de la exclusión en todas sus formas: de la extrema pobreza, de la extrema indefensión, de la extrema injusticia, de la extrema aberración que constituye la desdicha de tantos compatriotas… que haya en estos días diputados dispuestos a legislar sobre nuestros muros para sancionar rayados y propaganda política, es algo que debe ser denunciado.
Primero, porque ya existen normativas en nuestro país sobre estos temas, son antiguas, son precisas, y nadie las ha respetado jamás aunque todos esos gestos que son necesarios para marcar un muro estén penalizados. “Son infracciones gravísimas las siguientes: Rayar, pegar o pintar muros de edificios o casas habitaciones”, informa una ordenanza de la Municipalidad de Santiago. Las ordenanzas municipales, efectivamente, se ocupan de estas cosas (sección aseo).
Segundo, porque efectivamente como lo han señalado lectores de este diario –tras un proyecto presentado por un grupo de diputados que busca aumentar las sanciones para quienes peguen o rayen paredes sin autorización–, no se entiende porqué habría que sancionar el gesto de los ciudadanos y no las millonarias campañas de cuanta candidatura política padecemos los chilenos. La polución visual existe. Y, sin duda, sería maravilloso tener un verdadero debate al respecto. Pero empezando por casa. Empezando por el aseo en casa. Es decir que lo que sería verdaderamente maravilloso es que los diputados consideren de qué manera se puede hacer política en Chile sin transformar la ciudad y, más allá, cualquier espacio público en un gigantesco salón de ventas. En un asqueroso escaparate donde todo tiene precio.
Pero los muros, no. No que la cuestión no pueda ser debatida. Todo puede (en teoría) ser debatido. Pero no de cualquier manera. No con tanta hipocresía. No con tanta ignorancia. No de espalda a la historia universal y a la propia historia. ¿O no saben los diputados que la comunidad política se conforma (también) con y gracias a los muros? Con y gracias a la posibilidad de marcar los muros. ¿O no fueron a Pompeya? ¿Que no fueron a Pompeya? ¿Que son humildes y no pudieron pagarse el viaje? No es excusa. Hoy cualquier buscador de Internet permite visitar Pompeya a distancia y recorrer sus muros. ¿Y qué se encontrará en esas paredes además de bellísimos frescos? Palabras. Inscripciones que cumplen EXACTAMENTE la misma función que nuestros rayados, nos guste o nos reviente (con perdón de la expresión). Inscripciones políticas en su gran mayoría, humorísticas, poéticas. Y muchas otras de dudosa moral. Por cierto, el Vesubio hizo erupción en el año 79 d.C. Si será antigua la costumbre de apropiarse los muros…
Escribir en los muros es algo más que un derecho. (Pero si nos sancionan ese derecho habrá que salir a defenderlo y quizás a instituirlo). Escribir en los muros es una de las tantas formas en la que se ha expresado esta humanidad. Es un arte. En el sentido original de la palabra: una manera de hacer. Que nos parezca linda o fea es otro problema. Escribir en los muros es una manera de tomar posición. De ubicarse. De estar de pie. Y, desde luego, de decir lo que se tiene que decir.
Los grandes momentos de esperanza de nuestro pueblo han tenido su expresión en los muros y si se conoce en otras tierras a este pueblo, a este querido país que es el nuestro, es también porque gente poco respetuosa de las ordenanzas municipales se dedicó a contar la historia (no cualquier historia, la de los pobres, la de los marginales, la de los excluidos) en los muros. Porque Chile supo dar vida a la BRP. Porque Chile supo ser famoso en el mundo entero también gracias a la BRP (Brigada Ramona Parra). Y gracias a todas las brigadas que trabajaron dentro de esa senda en la que se ubicó la BRP y sus fundadores, entre los cuales distingo al gran artista popular que fue Danilo Bahamondes, también fundador de la Brigada Juan Chacón Corona. Todas esas formas de expresión popular, todas esas modalidades del relato y de la iconografía política chilena han suscitado la atención de valiosos académicos chilenos y extranjeros.
¿Y es ese tipo de expresión que algunos querrían sancionar (más eficazmente, se supone, que lo que permiten las actuales ordenanzas)? ¿Pero con qué derecho? Y hablando de derecho, cabe preguntar si en determinadas circunstancias, el hecho de escribir en los muros, no constituye, precisamente, un deber. Si no es necesario enseñarles a los hijos que cuando la censura es total, siempre queda un muro, una pobre pared a disposición de una expresión urgente. Y es que es cierto: los muros son nuestros. Es uno de los pocos privilegios que aún nos quedan a los ciudadanos sin cargos y que a lo mejor pierden quienes se dedican a la política como profesionales. Pero es así: cada cual es libre de elegir el escenario donde transcurren sus vidas y el espacio donde expresar sus ideas y el muro en el que escribe sus anhelos y sus indignaciones.
Ojalá llegue el día en que, en Chile, podamos abordar todas, absolutamente todas las cuestiones que interesan al ciudadano. Incluyendo esta cuestión del dónde escribir y cuáles son los muros que se pueden rayar, cuáles no y porqué. Sin duda, no es válido escribir cualquier cosa en cualquier muro. Pero éste es un tema de educación, de formación y no de represión. Precisamente, nuestro país puede dar cátedra sobre estas cuestiones, me refiero a lo que podría ser una suerte de geografía mural: el arte muralista ha dado pautas de generación en generación. Los brigadistas chilenos tienen la inteligencia del muro. No escriben al azar. No se toman por asalto cualquier pared. Porque no toda pared es una “buena” pared.
¿A quién está destinado este proyecto? ¿Qué pretende sino seguir transformando este país en una linda fachada? ¿No contribuye acaso a limitar los medios de expresión de los don nadie mientras refuerza la supremacía de los que pueden comprar espacios publicitarios? ¿Qué significa en el marco de este proyecto presentado por diputados de diferentes (¿diferentes?) bancadas el tema de la “autorización”? Porque de eso se trata: no se puede rayar ni pegar “sin autorización”. Y si pago, ¿tengo autorización? Y si pago más, ¿tengo más espacio? ¿Y quién define lo que se puede autorizar?
Sea como sea y mientras tanto… habría que poder considerar que eso de ser diputado, es una profesión seria y que si de muros estamos hablando, lo primero es considerar que existe en este país una suerte de comunidad interesada que no se limita a los propietarios: una comunidad hecha de militantes y de artistas, hecha de militantes que son artistas y de artistas militantes, hecha por sobre todas las cosas de ciudadanos comprometidos, involucrados, a quienes les importa este país. Pensar en legislar y no consultarlos, es una falta profesional que me parece grave. Así con todo. ¿Cuándo se legislará de cara al país y no de espalda al país? Y si legislar sobre muros es un imposible porque la voz de los muros no se acalla, ¿no convendría legislar sobre lo posible? ¿Lo urgente? ¿Lo imprescindible? ¿Lo necesario?
En todo caso, volviendo al muro y por si no hubiera quedado claro: este arte que ocurre en el escenario efímero de la calle, tiene en esta tierra quien lo defienda. En ese arte se han formado muchos ciudadanos chilenos, entre los cuales me incluyo.
Por: Antonia García
Twitter •